Cinco claves para mejorar el deporte olímpico de cara a Tokio 2020



Pasaron los Juegos Olímpicos de Río 2016, los primeros en los que el ENARD, creado en el año 2010, apoyó económicamente a los atletas argentinos durante todo el ciclo olímpico.

Sin embargo, más allá de las becas, las cuales cada deportista remarca la importancia de tenerlas, sabiendo que antes no existían, hay algunos factores que Argentina debe mejorar -o potenciar- pensando a futuro, si quiere verse cada vez más arriba en el medallero.

INFRAESTRUCTURA: de nada sirve financiar un viaje al exterior, si en el país no hay espacio físico para poder entrenar en condiciones normales. Joana Palacios, la pesista que representó al país en Río 2016, sostuvo luego de participar que practicaba debajo de la tribuna del estadio Jorge Newbery de Rosario.

Por parte del Comité Olímpico Argentino (COA) la idea -y el sueño- es tener otro centro de alto rendimiento como el Cenard, pero en el sur de la Ciudad de Buenos Aires.



PROFESIONALIZAR ENTRENADORES Y DIRIGENTES: algunos atletas, finalizados los Juegos, remarcaron la necesidad de tener entrenadores y dirigentes que estén a la altura. En algunos casos, las federaciones son las que terminan eligiendo al coach de un equipo (sea natación, taekwondo, judo, ciclismo, etc) y muchas veces, como en la vida, las elecciones son a dedo y responden a diversos intereses.

Amigos del poder, conocidos; gente que no está capacitada y termina entorpeciendo el trabajo de atletas que tienen mucho potencial y se ven perjudicados. Los dirigentes, encargados de tomar estas decisiones, también deben estar a la altura. Se necesita profesionalizar ambos puestos.

FEDERALISMO: la mayoría de los atletas tienen que entrenarse en Buenos Aires, dejando familia, amigos y todo en sus ciudades natales. Tener centros de desarrollo deportivo en el interior del país sería algo ideal.

MINISTERIO DE DEPORTES: es el próximo paso con el que sueña Werthein. Las potencias mundiales siguieron este camino para llegar al éxito deportivo. En la actualidad, existe un Ministerio de Educación y Deportes (preside Esteban Bullrich), aunque la idea sería tener uno propio.

APOYAR, MÁS ALLÁ DEL RESULTADO: en la actualidad, el ENARD exige resultados a la hora de becar a deportistas. Es decir, si no se consiguen determinados objetivos, se retira el apoyo económico. La ayuda, en algunos casos, puede terminar convirtiéndose en una presió.

Río 2016: evaluación de los Juegos dejando de lado el medallero



Los Juegos Olímpicos de Río 2016 llegaron a su fin y, como sucede después de cada acontecimiento de esta envergadura, llegó la hora de hacer una evaluación de lo que fueron unos Juegos con muchas emociones para el deporte argentino pero sin la cantidad de medallas que vaticinaban desde el Comité Olímpico Argentino (COA). Al menos, su presidente, Gerardo Werthein, sostuvo en la previa que Argentina iba a conseguir seis podios.

Indudablemente las tres medallas doradas logradas le dan otro sabor a la evaluación, ya que no se conseguía esa cifra desde Londres 1948. Sin embargo, y teniendo en cuenta el apoyo económico (225 millones de dólares) que tuvieron los atletas argentinos en el ciclo olímpico camino a Río 2016, no hubo una gran evolución.

Tres de los medallistas ya se habían subido alguna vez al podio (Paula Pareto, Juan Martín Del Potro y Santiago Lange), mientras que el oro de Los Leones refleja la continuidad del hockey en el medallero olímpico, como hasta entonces habían sido con Las Leonas. Difícil determinar si los logros fueron producto de un trabajo por parte de la Secretaría de Deporte y el ENARD, o si se trata de, propiamente, méritos individuales.



Algo que sí hay que tener en cuenta es que no habrá que desmotivarse cuando en Tokio 2020, el número de clasificados sea menor a los 216 que terminaron participando en Río. Brasil, por ser anfitrión, liberó algunos cupos, como los del voley o el handball femenino, que permitieron que estas disciplinas tengan su debut en un Juego Olímpico. Otros, claro, cada vez la tienen más complicada, como es el caso del básquet, ya sin la Generación Dorada, o el fútbol, que primero deberá resolver otros problemas para volver a ser. Los Gladiadores, a su vez, también tendrán una tarea muy difícil.

En cuanto a los deportes en grupo, la selección de Julio Velasco es la que más entusiasmo genera. A pesar de despedirse más rápido de lo que todos esperaban en Río 2016, de la mano de un líder, acompañado por un grupo de jugadores con mucha calidad, deja grandes sensaciones de cara a futuro.

A su vez, los 11 diplomas olímpicos sí superaron a los 10 de Londres, aunque quedó el sabor agridulce de Braian Toledo y Germán Chiaraviglio, quienes avanzaron a la final pero no pudieron meterse entre los primeros ocho. Braian, sin ninguna duda, es la mayor esperanza argentina mirando hacia Tokio. Con 22 años, habrá que acompañarlo sabiendo respetar los tiempos de un proceso de crecimiento, pero demostró que condiciones tiene y es un potencial candidato a darle grandes alegrías al deporte argentino.



Algunas sensaciones feas que quedaron de los Juegos fueron el desempeño de Las Leonas, que deberán superar un difícil proceso de recambio sin Luciana Aymar que quizás sea sin los podios a los que están acostumbradas, mientras que la actuación de Federico Grabich, sin poder avanzar a las semifinales, fue un duro golpe para sus ilusiones, luego de haber sido campeón panamericano y de lograr un 3º puesto en el Mundial de Kazan.

En resumen, no deberíamos dejarnos llevar por los 3 oros -aunque sí reconocerlos, claro- y habrá que rever el tema del apoyo: de nada sirve solventar un viaje al exterior para competir, cuando después un atleta argentino no tiene lugar para entrenarse en su propio país. Hay material para competir a futuro, pero deberá estar acompañado de un proyecto a mediano y largo plazo, que además de pagar viajes, deberá impulsar a los más chicos a practicar diversas disciplinas, al igual que promover y difundir el deporte fuera de las grandes capitales. Los Juegos Olímpicos de la Juventud, en 2018, será el primer gran desafío de la dirigencia.

Rio 2016: la experiencia de vivir los JJ.OO. sintiéndose "local"



Son las 7.15 del lunes 15 de agosto y la 'Central do Brasil', el epicentro del transporte público de Río de Janeiro parece la terminal de Retiro. Decenas de camisetas celestes y blancas van derecho a tomar el tren que los deje en la estación "Maracaná", porque juega la selección de voley ante Egipto.

La escena puede repetirse en el Metro o en el Transolímpico, camino al Parque Olímpico de Barra da Tijuca. La imagen es la misma siempre: cientos y miles de argentinos en las calles de a cidade maravilhosa. "Ohhhh, te copamos Río, brasilero, pecho frío...", es la primera canción que surge para mostrar lo que se vive en Río de Janeiro.

Los cariocas, que hinchan por cada país que se enfrenta a cualquier representante argentino, en la disciplina que sea, se preguntan una y mil veces entre ellos qué es lo que tiene que pasar para que la hinchada argentina se calme. No hay caso. Cualquier excusa viene bien para juntarse en grupo y gritar "Vamos, vamos, Argentina, vamos, vamos, a ganar...".

La convivencia con los brasileños es normal en la calle pero complicada dentro de cada estadio. Mucho más cuando, además de gritar los goles/tantos del rival de Argentina, quieren cargar. Por momentos el clima se caldea y hasta vuelan algunas piñas al aire. Es difícil soportar el gaste de una persona que se burla en tu cara de que tu selección está quedando eliminada. Más de uno cuenta hasta mil para no reaccionar, algo que a cierta altura ya es más que valorable.

En los modernosos estadios, un promedio de 3 mil personas van a ver a los deportes en grupo. Todos los partidos, claro, se viven como uno de fútbol. "Argentina vamos, ponga huevo, que ganamos...", "[...] Porque los jugadores me van a demostrar... Que salen a ganar, quieren salir campeón, que lo llevan a dentro, como lo llevo yo...", retumban cada lugar. Se le pone la piel de gallina hasta al más duro.

Cuando se termina cada partido, la hinchada se queda un tiempo más cantando, compitiendo por su propio orgullo que, si hubiera un medallero que lo representara, indicaría que está primero cómodo. Los argentinos se sienten, por momentos, dueños de Río de Janeiro y locales. No es para menos, en cada sede de los Juegos Olímpicos, hay un hincha gritando por Argentina. A las 3 medallas doradas que se lleva la delegación, hay que sumarle una más: la que ganaron los miles que viajaron a Brasil.

Los Leones y la satisfacción de concretar los sueños que se planifican



Son las 6 a.m y suena el despertador para Los Leones. Falta un día menos para los Juegos Olímpicos de Río 2016 y hay que ir a entrenar. La situación puede referirse a cualquier día de preparación del último tiempo. No importa qué esté pasando afuera. El objetivo es claro y no hay tiempo para desviarse del camino. Ni tampoco ganas, porque si hay algo que hace a un campeón olímpico, es el convencimiento.

Bajo las órdenes del Chapa Retegui, el plantel realiza una pretemporada en Mar del Plata de dos semanas. Los jugadores corren de 32 a 35 kilómetros por día, según indica el GPS. Si están cansados, se entrena. Si hay dolores, también se entrena. "Cuando el cuerpo se acostumbra a entrenar, no te lesionás", dijo en algún momento el DT. Los jugadores, convencidos, cumplen a rajatabla. Disciplina, otro de los elementos vitales para ser campeón olímpico.

El oro de los Leones no se construyó de un día para el otro. Hubo derrotas, hubo momentos difíciles, se fue subiendo la vara, hubo juveniles campeones en 2005 que se consolidaron en la mayor, hasta que, en 2014, el equipo se subió al podio en el Mundial de la Haya. Todo dejó de parecer "imposible".
La selección fue formando el título olímpico durante años. Lo pensó, lo soñó, se lo imaginó todo el tiempo. El primer paso fue creer que se podía. El segundo, lógicamente, fue trabajar durante todo el ciclo olímpico en lograr el objetivo. Y cuando uno puede alcanzar lo que planificó durante tanto tiempo, el sabor es otro.

Los Leones fueron mejor que todos. Físicamente, Argentina pasó por arriba a todos sus rivales y nunca le importó a quién tenía enfrente. Mostró un juego disciplinado, y jugó el torneo que cualquier entrenador sueña. Perfecto.

La alegría de los jugadores y del cuerpo técnico, lógica por haber alcanzado la histórica medalla, se entiende un poco más cuando se conoce lo que fue el camino previo. Un grupo de hombres unidos por un mismo sueño que pasan miles de adversidades -personales y/o grupales-, dejan de ver a su familia durante mucho tiempo y, al final, se meten en la historia del deporte argentino. Felicitaciones.